En el transcurso de la pandemia, la COVID-19 se ha cobrado la vida de cientos de miles de personas, ha infectado a millones, ha trastocado la economía mundial y ha ensombrecido nuestro futuro. Ningún país ha quedado indemne. Ningún grupo demográfico ha salido ileso. Nadie ha sido inmune a sus repercusiones.
Desde el inicio, quedó claro que esta no era solo una crisis sanitaria, sino también social y económica, humanitaria, de seguridad y de derechos humanos. La pandemia nos ha afectado como personas, familias, comunidades y sociedades, y ha repercutido en todas las generaciones, incluso en las que aún no han nacido. La crisis ha recalcado las fragilidades que se observan en cada país y entre los distintos países, así́ como en los sistemas propios, que dificultan organizar una respuesta mundial coordinada a las amenazas que nos son comunes.
Por lo tanto, la respuesta a estos retos también deben engendrar una profunda reflexión sobre la estructura misma de las sociedades, tanto en el plano nacional como en el internacional, y las formas en que los países cooperan en pro del bien común. Para salir de esta crisis es necesario adoptar un planteamiento que abarque a toda la sociedad, todos los gobiernos y todo el mundo y que esté impulsado por la solidaridad.
Y aquí las ciudades y sus territorios juegan un papel decisivo. Las ciudades han estado en el epicentro de la pandemia con más del 90% de los casos registrados. Tal y como establece el informe sobre Ciudades y Pandemias de ONU-Habitat, no existen datos que indiquen que haya relación entre la densidad en sí misma con una mayor transmisión del virus. De hecho, la mayor parte de lo que ha tornado vulnerables a las ciudades es consecuencia de decisiones sobre la forma en la que éstas están organizadas, en la calidad del entorno construido y la manera en la que viven, trabajan y se trasladan las personas en ellas y en sus alrededores.
Tal y como se establece en el informe Ciudades y Pandemias, es necesario repensar la forma y la función de la ciudad reconfigurando la morfología y los sistemas urbanos a diferentes escalas, y no sólo mejorar su resiliencia a los efectos de la pandemia. Es importante abordar la pobreza sistémica y la desigualdad en las ciudades mediante intervenciones específicas para mitigar el impacto de la COVID-19. La reconstrucción de una nueva economía urbana debe incluir un conjunto de paquetes de ayuda y apoyo económico personalizado para ayudar a empresas y familias con el énfasis en “reconstruir mejor”, promocionando la transición a economías urbanas más ecológicas y equitativas. Por otro lado, la legislación urbana y la gobernanza multinivel cooperativa más integrada debe ser reconocida y desarrollar marcos institucionales y financieros más flexibles e innovadores.
Nunca en la historia de la humanidad las ciudades habían tenido el protagonismo que tienen hoy. Para el año 2050, dos tercios de la población mundial será urbana. En España este porcentaje ya se ha alcanzado y de los más de 47 millones de habitantes que existen en 2020, más del 80% se concentra en áreas urbanas, que suponen una pequeña parte del territorio, situándose entre los países con un mayor porcentaje de población urbana de toda la Unión Europea (UE).
En 2015, bajo los auspicios de las Naciones Unidas, los Estados Miembros adoptaron la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, que incluye, entre otros, el Objetivo de Desarrollo Sostenible 11 “hacer que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles”. Con el ODS11, los Estados miembros no solo reconocen la magnitud del fenómeno de la urbanización, sino también el papel clave de las ciudades en la economía global, en la agenda del cambio climático, en el uso y consumo de los recursos naturales, así como su contribución al avance social y a las innovaciones. De ahí que los retos globales (también las oportunidades) de todo tipo deban abordarse desde y con las ciudades y mediante estrategias integrales.
La Nueva Agenda Urbana, adoptada por los estados miembros en la Conferencia Habitat III en Quito, Ecuador (2016), reafirma una noción positiva de las ciudades, demostrando que, si se planifica y gestiona bien, la urbanización puede ser una fuerza transformadora para la prosperidad y el bienestar inclusivos, al tiempo que protege el medio ambiente y aborda el cambio climático.
En el contexto español el debate sobre el rol de las ciudades en la sostenibilidad adquiere un fuerte impulso a partir de la aprobación del Plan de Acción para la implementación de la Agenda 2030, acordado por el Gobierno de España en julio de 2018, que incluye como una de sus políticas palanca la Agenda Urbana Española (AUE). Esta Agenda, finalmente aprobada en febrero de 2019, constituye un documento estratégico, sin carácter normativo, que desde una perspectiva propositiva sienta las bases para adaptar los pueblos, las ciudades y los territorios españoles a los retos actuales y futuros que confrontan.
No obstante, en los últimos meses, la emergencia sanitaria surgida a raíz de la pandemia generada por el COVID-19, ha venido condicionando en gran medida las políticas y prioridades de los gobiernos a todos los niveles, al sector privado y al conjunto de la sociedad. Mientras las administraciones han focalizado los esfuerzos en mantener los servicios básicos, incluso en reforzarlos, el impacto de la pandemia está afectando de diferente manera a distintos sectores económicos y sociales, particularmente a las personas y grupos sociales más vulnerables, así como al comercio de proximidad y a la pequeña empresa. La pandemia y sus consecuencias económicas y sociales no han hecho otra cosa que magnificar los desequilibrios, la desigualdad y la vulnerabilidad que en mayor o menor grado se manifiestan en los territorios y en las ciudades.
Si bien la atención de la emergencia, como era de esperar, ha relegado a un segundo plano a las Agendas y marcos globales, las políticas planes y programas que de forma inminente se comenzarán a implementar en los próximos meses constituyen una oportunidad única para avanzar hacia un modelo de desarrollo más sostenible, crucial para el futuro de nuestra sociedad. El desafío de alcanzar ciudades y sociedades más resilientes, capaces de enfrentar los retos ya conocidos, como el Cambio Climático o los nuevos retos que nos esperan – como la pandemia –, dependerán en gran medida de la forma en que se diseñe, planifique y gestione el proceso de recuperación.
En ese sentido, las Agendas globales, y en el caso español, la Agenda Urbana Española, están llamados a cumplir un rol fundamental, estructurando las hojas de ruta de los gobiernos y las sociedades en el proceso de recuperación de los próximos años. Se trata de que las medidas que garanticen la recuperación sanitaria y socioeconómica sean pilares también de la lucha contra la pobreza y el cambio climático, y todo ello en el marco integrado y transversal que reclama la Agenda Urbana y el resto de acuerdos internacionales y mediante su implementación directa por las Administraciones más cercanas al ciudadano mediante fórmulas de gobernanza que garanticen la participación de todos los ciudadanos.
El Foro se organizará en torno a cuatro diálogos que centrarán la atención en las áreas de acción prioritarias identificadas. No obstante, todas y cada una de ellas aportará la necesaria visión transversal que reclama la Nueva Agenda Urbana, la Agenda Urbana para la Unión Europea y la Agenda Urbana Española, para lograr su implementación efectiva.
Dentro de estos ejes, es difícil compartimentar temáticas comunes y muy relevantes para repensar las políticas urbanas en alguno de estos cuatro diálogos previamente delimitados como la movilidad, la alimentación, el deporte y el ocio, la cultura y la educación, etc. No obstante, la visión holística que subyace en la metodología propuesta por la Agenda ayudará a tratarlos adecuadamente y sin compartimentos estancos